A cinco grados
Para despedirse, el año bajó su temperatura, pero para
calentarla, os parecerá mentira pero nada hay como enfrascarse al amanecer en el laberinto de los puestos, aun cerrados de
las setas, en una acalorada discusión por ser el
primero en llegar a de la cola que se inicia, como cuando los tiempos del carbón. ¿Quién es
la ultima?
Con cinco grados en la calle los dos jubilados casi
octogenarios discuten por ser el primero cuando son los dos únicos que aguardan,
por el momento, cuando siendo algo menos de las ocho de la mañana, y empieza a
clarear el gélido dia saben que aun faltan como mínimo hora y media de espera para que llegue a
hora de apertura.
Qué poco vale el
tiempo, para estos mayores que lo dilapidan en esperas cuando podían estar
cuando menos, si no en la cama, al menos calentitos en sus casa.
Parece mentira pero cada día la pelotera se forma esperando
la cola de espera y no precisamente del carbón.
Estos mayores, y los no tanto que a veces acompaña la trifulca diaria, tienen un compromiso con la fidelidad, tanta que no les importa nada, pero nada de nada, esperar
allí, de tal que parece que guardar la cola les alimenta.
Se diría que ahí está
su felicidad, esperar cuanto más mejor, pues no adquieren algo que no sea
posible en mil lugares, se diría que tampoco es lo mejor, mi lo mas ventajoso,
pero la espera cabe pensar que les pone.
Viene a ser como eso que cantaba mi compadre de chaval (hace
poco menos de sesenta años), y por estas peloteras que se forman a diario me lo
recuerda. Pues fue algo que sucedió en su pueblo, un domingo por la mañana, y
vino a formarla aquella que enfrascada en ser la primera derramó el perol de aceite
por aquello que quería la porra y forma tal pelotera en el puesto de jeringo,
que causó la burla de todos los chiquillos pues se empeño en ser la primera, y además
llevarse la porra. Como dice mi entrañable amigo Alberto, teta y sopa.
A cinco grados hace frio en la calle, en el interior del laberinto
empieza a notarse la calefacción, tanto como el ardor de estos dos que con los
años superados ampliamente de la tercera edad, aun discuten hasta temer que se
metieran mano por ser el primero, y encima tenerse que permanecer allí juntos y
de pie, por más de hora y media, mirándose de continuo del refunfuño que les hervía
la sangre en la tensa espera, y todo para adquirir los productos de su
fidelidad, y lo peor del caso, es que el establecimiento dispone de tres
dependientes, y en ocasiones se incorpora un cuarto, por lo que los tres
primeros son atendidos al mismo tiempo.
Es una alegría que
aun se formen cola para comprar, que para nada importe permanecer un par de
horas de pie, tal que pareciera que se fuera a acabar el carbón y no se
pudieran encender un brasero, ni poner una olla, ni calentar unas planchas,
posiblemente el tiempo del carbón se quedó en el olvido y estos mayores y los
que no lo son tanto en la espera no quieren olvidar cuanto tiempo, como calidad
añadida, les costó adquirir lo que en mil sitios podría comprar, pero
evidentemente lo que les apasiona es calentarse la sangre para ser la primera.
Si no, no se entendería. Pero he de decir que es todo un espectáculo increíble.
Sevilla a 31 de Diciembre de 2012
Cinco años después y la historia incriblemente se repite
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